sábado, 10 de enero de 2009

Poemas




A TUS OJOS VERDES


Busco en la profundidad de tus ojos

el lirio de los valles y

el fulgor de la esmeralda.

Son un océano profundo,

una foresta expectante,

un jardín interior

esperando la Primavera.

Tus ojos me despiertan

sentimientos encontrados,

la pasión de la jungla salvaje,

la ternura acariciadora de la brisa,

la alegría de un brote,

de una semilla germinada,

el vuelo de un colibrí enamorado.

Son tus verdes ojos el remanso

donde reposan mis ímpetus insomnes,

donde habitan mis recónditos secretos.

Cuando tus ojos claros se encuentran

con mis oscuros luceros,

un mágico contacto se establece

y me traspasa de emoción y de deseo.

Quisiera habitar para siempre

en esas dos lagunas encantadas

que solo fueren para mí y

nada ni nadie más vieran.

Déjame guardar conmigo tu mirada,

es para mí la riqueza más preciada

el fulgor que a diario alimenta

a mi pobre alma enamorada.


"Poema premiado en Concurso Literario "Osvaldo Ulloa Sánchez", I.Municipalidad de Quilpué, 2009."


Daniel Lillo de la Cuadra

Viña del Mar, 2000.




Foto de Joan Daniel Lillo



PIEDRA NUESTRA QUE ESTAS EN EL SUELO

Piedras nuestras
que están en el suelo,
ínfimas, pequeñitas, maleables,
grandes, gigantescas, inconmensurables.
Monumentos permanentes
a la creación del mundo.
Tienen las piedras de mi patria
un mensaje mudo,
que solo un iniciado entiende.
No soy el único que ha escuchado
el clamor sordo y rudo de las piedras,
pero sí soy aquél
que conoce su lenguaje
y camina atento,
escuchando a los guijarros,
que hablan, que cantan, que gritan,
que se despedazan desde el Morro,
que se calcinan en el desierto atacameño,
que se desprenden del cerro Moreno,
se deslizan por las suaves laderas del Dragón,
por las negras escarpas del Cerro Grande
por las incaicas cumbres del Plomo,
por las verdes alturas de la Campana
por el techo americano del Aconcagua.
escupidas por volcanes y glaciares,
esculpidas por lagos y por mares,
pulidas por ríos y mareas,
son las piedras de mi Patria.
recorrí playas y riberas,
tropezando mil veces
con pedruscos diferentes.
No hay una igual a otra,
ni en forma, ni en tamaño,
ni en textura o colorido.
Las piedras hablan,
desde el inicio de los tiempos,
llevando el lenguaje implícito del Creador.
El hombre no tiene conciencia
de tan ricas gemas que tiene
a su alrededor.
¿ Porqué buscar las más escasas
y despreciar las abundantes,
las que Dios ha puesto a nuestro alcance?
basta inclinarse, basta pulirlas y
serán joyas refulgentes,
la herencia lítica del Comienzo.
Piedras de mi patria,
patrimonio pétreo,
corazón duro del planeta,
esculturas naturales,
recogidas desde la Concordia
hasta el Estrecho.
Son como tesoros míos
de los cuales solo yo conozco
el precio.
Amemos nuestras piedras,
aprendamos el significado
de estas humildes compañeras,
de ellas, piedras nuestras
que están en los suelos.

Daniel Lillo de la Cuadra





Foto de Aref Cosma Lues


VALPARAISO INOLVIDABLE

El viento agita fantasmas
colgados de las ventanas
de esas casas increíbles
colgadas de los fantasmas.

Subo en terremotos con ruedas
bajo por escalas infinitas
por callejuelas sin nombre
por cerros de cien nombres.

Del puerto marinero,
de la Aduana centenaria,
me paso al barrio chino
a bailar una milonga
con una porteña sensual.

Recorro la cintura del camino
tras las huellas del poeta,
solo encuentro izado en el aire
su singular mirador sebastiano.

Camino de cerro en cerro
de Playa Ancha a Esperanza.
voy por la fauna porteña,
de quiltros y jumentos.

Ya no están Pablo Neruda,
Joaquín Edwards Bello,
ni el “ Gitano”Rodríguez ,
ni el Doctor Francia, ni
Manuel Rojas, ni Víctor Castro,
ni Lukas, ni Manuel Astica ,
ni Carlos León, ni Modesto Parera
ni tantos otros, a quienes un día
cautivó Valparaíso.

con el lápiz desenvainado,
con el pincel en ristre,
con el lente enfocado,
con la guitarra desgarrada,
amaron Valparaíso.

Aún idos al confín del mundo,
navegando por el espacio,
volando por los océanos,
cruzando los continentes,
nadie podrá jamás,
olvidar Valparaíso


Daniel Lillo de la Cuadra



Foto de Joan Daniel Lillo


EL ENCANTO DE VIÑA DEL MAR


Amo tus jardines litorales,
tus palacios encantados,
tus arboledas exóticas.
Y aunque una ciudad
no valga más que
un jardín de rosas,
marcharemos así por
las marítimas sendas
de tus viñas floridas.
Eres Viña del Mar
un brindis de palmas reales,
estallido de verdes estrellas.
De honrosa estirpe,
familia del agua,
Cuna de rieles, hija de estero,
nieta del sol, ciudad hecha canción.
Hermoso racimo del alma,
viajas en trenes del mar.
Viñedo urbano de
eterna primavera.
Viña mía, Viña tuya,
Viña nuestra.
Transitemos libres
por tus frondosas avenidas,
ya somos dueños
de la propia Libertad.
Aunque todo cambie
con disfraz de progreso,
con excusa de modernidad,
las flores siguen abriendo
y las olas siguen estallando
en los roqueríos de Viña del Mar



Daniel Lillo de la Cuadra
Viña del Mar, 1996





Foto de Aref Cosma Lues



RIO ELQUI

Río Elqui. Río Elqui
gota a gota vas al mar
gota a gota vas formando tu caudal

Río, Río Elqui,
el del sinuoso andar
por gargantas y desfiladeros
seduciste a la Mistral

Río Elqui, Río Elqui
el del mágico pasar,
tu magnética potencia
nos hace respetar

Río Elqui, Río Elqui
vena azul de Coquimbo,
rey de las ensenadas,
patriarca de las quebradas

Río Elqui, Río Elqui
piedra, añañuca y mineral
sierpe acuosa del norte,
veta amarilla del Guayacán

Río Elqui, Río Elqui,
tu ausencia me hace mal,
un recado yo te envío:
al pasar por La Serena
desde la alta Cordillera,
tráeme los sones del valle,
tejidos con campanas
plañideras.

Desde la feraz Hualliguaica,
siento tu sabor a uva y aroma a tren,
por el tranque de Puclaro,
en los cacharros Diaguitas,
en Peralillo y Rivadavia,
gracias a tu agua bendita,
crecen frutales y vides.
Pasas por Altovalsol en la tarde
empujado por los vientos de Islón.

En Montegrande le cantas
un postrer homenaje
a la gran Gabriela,
la inmortal Maestra Rural
de la apacible Vicuña.

Quiero libar contigo
arroyos en la cordillera,
brindar en Huanta, eje terrestre
con el Pisco Elqui embriagador,
acompañarte a las Compañías
cubrirme con tu manto de parronales
y admirar tus riquezas ocultas
engarzadas de minerales.

Norte Verde de mi patria,
enjugas tu sed en mi río,
el límite occidental de mi infancia
tras cañas , totorales,
el eco del trapiche
y el canto de la garza
Río Elqui, Río Elqui.
Gota a gota vas al mar.

Daniel Lillo de la Cuadra
La Serena. 2004.





Foto de Joan Daniel Lillo


EL IMPERIO DEL AGUA
( A las cataratas del Niagara)

El caudaloso Niágara
se desplaza rápido y confiado,
seguro de su poderío,
su voz sorda como un rumor crece,
hasta estallar en trueno.
En la profundidad,
la roca partida por los milenarios
titanes del agua,
torna los rápidos en avalancha,
el Gran Niágara se precipita
de la cima a la sima,
en espumosos cortinajes
incrustados de tornasoles y turquesas,
es el grandioso espectáculo
de las escénicas cataratas americanas,
y la fantástica herradura
del gran corcel blanco del Canadá.
“La Dama de la Niebla” vuelve a puerto
tras su paseo por las nubes,
coronadas por el omnipresente arco iris,
sus pasajeros azules, empapados y felices,
comentan la aventura
de enfrentar al Imperio del Agua.
Mientras arriba la ciudad se divierte,
el veloz Niágara continúa infatigable
su conquista hacia el encuentro final
con el gran lago Ontario.
La noche cae, el escenario se ilumina,
el espectáculo debe continuar,
en el río y la ciudad.


Daniel Lillo de la Cuadra
Niagara City, Septiembre 2007





Foto de Joan Daniel Lillo


MONTREAL EN INVIERNO

El divino pintor
solo tuvo en su paleta
el blanco color.
Con infinita paciencia
abordó el lienzo boreal,
dejando todo albo, con amor paternal,
solo a los verdes pinos y perennes abetos
vistió de galas navideñas.
Hasta al Saint Lawrence, que a la gran isla abraza,
lo pintó con gruesos trazos de escamas invernales.
El gélido viento sopla y alada la nieve
comienza a caer sobre la antigua Montreal,
cubre los domos cobrizos de demasiadas iglesias,
templos vacíos reciclados en viviendas burguesas,
paraíso de extranjeros y de artistas.
El viejo puerto atesora su historia
en muros de piedra, museos temáticos, callejuelas estrechas
atrapando las naves en su abrazo de hielo.
Camino con mis seres queridos
sobre el congelado pavimento,
crujiente helado de agua caído del cielo,
por las avenidas circulan rubias traslúcidas,
morenas profundas, pálidas trigueñas,
tímidas orientales, misteriosas musulmanes,
varones estrafalarios de suprema delgadez,
y obesos mórbidos de monstruosa flaccidez.
Ciudad en movimiento, crisol de razas, comidas
y costumbres, urbe cosmopolita de brazos generosos
para acoger al extranjero.
Ciudad de sabor francés, lengua gala omnipresente,
en calles, avenidas o en la arteria comunicante del Metro
que tras sus interminables galerías comerciales,
nos lleva cerca del empinado Mont-Royal, mirador supremo,
o cruzando el Saint Lawrence,
rumbo a Notre-Dame y su imponente Casino.
Montreal en Invierno, festivales de nieve,
de trineos, patines y estatuas de los artistas del hielo,
Universo blanco, de corazón cálido,
La gran nevada nos despide, el viento arrecia
y refresca el alma
¡ Hasta siempre, blanca Montreal !

Daniel Lillo de la Cuadra
Montreal, Febrero 2006



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